La cultura Woke llevó a gran parte de las sociedades occidentales a una especie de “nueva inquisición”, dónde el pluralismo deja espacio a fundamentalismos que hacen de la intolerancia y la cancelación sus notas más destacadas. Al mismo tiempo, esta era de la “corrección política Woke”, puede ser el principio de otra, basada en el autoritarismo, cuyo protagonista será un nuevo jugador: la Inteligencia artificial.
Ahora bien y antes de llegar al punto, ¿cómo comenzó la cultura Woke? El término “woke” comenzó a utilizarse en la década de los 60 para describir a personas que estaban conscientes de los problemas sociales, especialmente en relación con el racismo, pero con el tiempo amplió su alcance para abordar también otras problemáticas sociales como el sexismo y la homofobia.
Dichas problemáticas fueron apropiadas y convertidas en banderas de las izquierdas, por lo que esta ideología es un espacio cómodo de la cultura Woke.
La izquierda política, en general, considera que la lucha contra las desigualdades y la promoción de la justicia social son objetivos fundamentales. Por lo tanto, la cultura woke ha encontrado una afinidad con las ideologías de izquierda, ya que comparten la preocupación por los derechos de las minorías y la necesidad de transformar la sociedad para lograr una mayor igualdad y justicia. Esta afinidad se refleja en la voluntad de ambos movimientos de denunciar y resistir las estructuras y prácticas sociales que perpetúan la discriminación y la opresión.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que no todas las personas de izquierda están de acuerdo con las ideas y prácticas asociadas al movimiento woke. Algunos críticos argumentan que la cultura de la cancelación, que a menudo está vinculada al movimiento woke, representa una forma de censura y adoctrinamiento que limita la libertad de expresión y el debate abierto de ideas.
La cultura de la cancelación como una forma de inquisición
La tendencia de la cultura de la cancelación puede entenderse como una forma de inquisición debido a la persecución y castigo a aquellos que expresan opiniones consideradas ofensivas o incorrectas desde una perspectiva progresista. Al igual que la Inquisición, este fenómeno implica actuar como jueces y verdugos, sin permitir el diálogo, el debate o la diversidad de pensamiento. Esta actitud busca silenciar, censurar o marginar a las personas sin darles la oportunidad de defenderse o rectificar, lo cual recuerda el accionar de la Inquisición en la Edad Media y Moderna. La cultura de la cancelación atenta contra la libertad de expresión y el pluralismo, generando un clima de miedo, autocensura y conformismo. Este paralelismo con la Inquisición se debe a su falta de respeto hacia los derechos y la libertad de conciencia de las personas.
Estos efectos negativos pueden generar una limitación en la libertad de expresión y la diversidad de opiniones, así como promover un clima de miedo y autocensura. También se ha mencionado que la cultura de la cancelación puede crear divisiones y generar grupos contrarios, causando polarización en la sociedad.
Respecto de la autocensura, algunos autores, cómo Fernando Bonete, en su libro “La Cultura de la cancelación “, señalan que la cultura de la cancelación puede incentivar la autocensura. Se argumenta que esta cultura crea un clima de miedo y conformismo, donde las personas temen expresar opiniones y puntos de vista que no se ajusten a los criterios de corrección política o justicia social establecidos por ciertos grupos ideológicos. Esto puede llevar a la autocensura para evitar consecuencias negativas como boicots, marginación o incluso amenazas. La autocensura limita el debate, la crítica y la diversidad de opiniones, lo que a su vez puede afectar la participación democrática y la libertad de expresión.
Porque quién no se encolumne con el discurso políticamente correcto Woke, será perseguido y castigado por no expresar opiniones que no se ajustan a los criterios de corrección política o de justicia social que defienden algunos grupos ideológicos. Los activistas Woke actúan como jueces y verdugos, silenciando, censurando o marginando a las personas consideradas ofensivas, inmorales o equivocadas, sin permitirles defenderse o rectificar. En este punto, podemos plantear la hipótesis que ubica a esta época Woke, cómo la antesala de un nuevo paradigma, basado en la intolerancia y la dominación, pero está vez de la mano de la tecnología, mediante la inteligencia artificial.
Cultura woke base para una tecnocracia de la IA
La relación entre la cultura woke y una tecnocracia de la IA puede ser vista desde diferentes perspectivas. En primer lugar, podemos argumentar que el movimiento woke, al imponer una única forma de pensar y actuar, podría llevar a una sociedad controlada por algoritmos y máquinas, lo que se asemejaría a una tecnocracia de la IA. Estas personas podrían considerar que tanto el movimiento woke como la IA son formas de dominación y control que no respetan la diversidad ni la libertad de expresión.
La IA puede tener tanto impactos positivos como negativos en la sociedad. Por un lado, algunos sectores de la comunidad científica ven a la IA como una forma de progreso e innovación que puede mejorar la calidad de vida y el bienestar de las personas al ofrecer soluciones y oportunidades a los problemas y desafíos actuales. Sin embargo, también se plantean preocupaciones sobre la IA, especialmente en relación con la democracia y la conciencia crítica. Existen riesgos de que las IA sean manipulables y puedan utilizarse para influir en las decisiones políticas, afectando la vida de la humanidad.
Finalmente, la ficción hace años que nos advierten sobre el peligro de entregarle demasiado poder a las máquinas y dejar de lado la importancia de la filosofía política y la responsabilidad individual en la toma de decisiones. El debate está abierto, pero la realidad avanza a pasos acelerados, por lo que la dirigencia mundial deberá reaccionar antes de que sea demasiado tarde.